Viajar: un beneficio para la mente
Finaliza el verano, finalizan las vacaciones.
Según la Dirección General de Tráfico, en los meses de verano de 2016 ha habido un total de 3,5 millones de desplazamientos en la Región de Murcia.
Para los psicólogos este es también un dato curioso a analizar:
¿Por qué una gran proporción de la población desea viajar? ¿Qué beneficios a nivel psicológico se obtienen durante un viaje? ¿Qué aporta al individuo? ¿Por qué se repite esta acción año tras año? ¿Por qué viajar durante las vacaciones es una de las cosas más buscadas y deseadas entre la población?
Viajar inunda de motivaciones e ilusiones a la persona. Durante la planificación del viaje y la preparación del mismo, surgen una gran cantidad de emociones positivas (alegría, esperanza, optimismo, etc.) pues se segregan una gran cantidad de endorfinas en el torrente sanguíneo. Además, mientras viajamos abrimos mente, conocemos nuevas culturas, descubrimos nuevas formas de vida, desarrollamos la capacidad de aprendizaje, exploramos nuevas tierras y estimulamos la mente.
Es cierto que hay algunas personas que prefieren no viajar y dedican sus vacaciones a otros quehaceres, aunque, la proporción cada año de este tipo de preferencias va siendo cada vez menor, puesto que los medios de comunicación como internet, redes sociales, televisión, etc. nos han abierto la ventana a muchos lugares del mundo.
Hay estudios (The preference for experiences over possessions: Measurement and construct validation of the Experiential Buying Tendency Scale) que revelan cómo la felicidad y las emociones positivas que se obtienen viajando, permanecen en nuestra memoria y son seleccionadas como experiencias relevantes de vida. También otras investigaciones apuntan a la existencia de un gen viajero que es el encargado de provocar esa necesidad de descubrir mundo, vivir experiencias, explorar, etc.
No es necesario hacer un viaje de grandes distancias ni de una duración determinada para que éste nos reporte beneficios psicológicos. Basta con saber el destino que apetece, la o las personas que deseamos que estén durante esta experiencia y el tipo de viaje que queremos realizar (influyen en la búsqueda del viaje en sí: la personalidad, la edad y las condiciones personales). Viajar en un porcentaje muy alto (pero no del 100% de los casos) provoca uniones en las relaciones de pareja y familiares, lima asperezas y une. El invierno suele estar cargado de responsabilidades, de rutinas y de normas a cumplir. Esto causa en ocasiones distanciamiento entre los miembros de la pareja, incluso entre la familia, y se obtiene un acercamiento muy favorable en una proporción alta de las personas puesto que se comparten días de manera muy intensa.
Cuántas veces escucho de mis pacientes que vienen a consulta, relatos o anécdotas de viajes pasados. Muchos de ellos lo recuerdan como momentos o días inolvidables. Estas experiencias ayudan a reducir el estrés y la ansiedad pues suele producirse una desconexión de la vida diaria. Se relativizan muchos problemas que días atrás habían podido producir sensación de ahogo o angustia. De viaje no hay normas, ni existe el verbo “tengo que” o “debo”. De viaje aumentan las verbalizaciones tales como: “me apetecería…” “quiero…”. Afortunadamente además tampoco hay cosas pendientes para hacer al día siguiente en el trabajo, ni tareas que hayan quedado sin hacer en casa (lavadoras, planchar, etc.). Hay una focalización del momento presente, pudiendo disfrutar día a día y minuto a minuto de lo que se está visitando o haciendo.
Estar de vacaciones obliga en algunos momentos a tener que resolver improvistos o problemas que pueden surgir en el camino. Esto abre nuestra mente, fomenta la toma de decisiones, potencia la capacidad de resolución de problemas y aumenta la autoestima (sentir que se es capaz de resolver algo estando lejos de casa, se valora).
A nivel social se viven experiencias muy variadas. Es normal y necesario tener que hablar con gente desconocida del país para preguntar aquello que podamos necesitar, para pedir que nos hagan una foto, para que nos aconsejen sobre alguna comida etc. Esto provoca el desarrollo de las habilidades sociales, el enfrentamiento a algunos miedos o complejos existentes. La seguridad a nivel social que se crea favorece a combatir la introversión.
Romper esquemas, estereotipos, creencias irracionales sobre determinadas cosas etc. es una tarea necesaria si se busca un desarrollo óptimo a nivel personal. Esta ruptura de conceptos erróneos, prefijados, etc. se produce en muchas ocasiones durante los viajes pues la persona se puede dar cuenta de lo diferentes que son las cosas cuando se conoce el contexto o cuando se empatiza con la población de los lugares que se están visitando.
Otro gran beneficio a nivel psicológico que se encuentra tras un viaje es el replanteamiento de muchas cosas de la vida diaria de la persona. En la distancia, añoramos, echamos de menos cosas y personas, valoramos partes de nuestro día a día y seleccionamos aquellas que no queremos que estén más porque nos perturban y también se piensa en qué queremos incluir en nuestra vida. Desde la distancia las cosas se ven y se valoran de otra forma.
Espero y deseo que al menos en algún momento de la vida, todo el mundo pueda descubrir el placer de viajar y, tal y como os he comentado en este post, todos los beneficios psicológicos que produce.