La gota que colma el vaso

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Cuando viajamos, deseamos ir a lugares nuevos, descubrir nuevos olores, nuevos sabores, ver costumbres y gente diferentes, razas distintas… Simplemente estar sentados frente al ordenador planeando nuestro viaje, imaginando cómo van a ser nuestros días de vacaciones en un lugar diferente al que vivimos, nos llena de placer. Nos apetece todo lo extravagante, que las cosas que vayamos a ver nos sorprendan, que en las excursiones que vamos a hacer en nuestro viaje podamos ver bien cómo es la vida en el país donde vamos a viajar, etc.

Pero, ¿qué ocurre cuando no estamos de vacaciones y nos encontramos con formas diferentes de vida, de ser, de querer, de vivir, de soñar, etc. a las nuestras? ¿Por qué entonces surgen las intolerancias? ¿Por qué no se acepta a los demás? ¿Por qué no surge el interés por lo nuevo y diferente y empieza la crítica? ¿Por qué se hiere? ¿Por qué no se empatiza con los demás? ¿Por qué se pide que los demás sean y vivan como uno mismo? ¿Por qué desagrada lo que no es común?

¿Qué ocurre?

No tiene sentido que ver cosas diferentes en nuestros viajes sea un placer y que luego, en nuestro día a día, no se pueda ser tolerante con todo aquello que sea diferente a uno mismo. No tiene lógica.

Por supuesto que aquella persona que es extremadamente intolerante lo es en su ciudad y en cualquier lugar donde vaya. Además, este tipo de individuos no suelen elegir destinos donde existan muchas diferencias culturales. Hablo en este artículo de los seres que tienen un nivel de intolerancia intermedio. Estos niveles son igualmente dañinos, porque están camuflados bajo la deseabilidad social (tratar de aparentar lo que uno no es).

Llevo ya diez años pasando consulta como psicóloga dedicada a la práctica clínica privada, y son numerosos los casos (es esta la razón por la que me he decidido a escribir este artículo) en los que los pacientes han sufrido mucho, mucho, mucho por la no apertura mental de otros. He asistido a personas con intentos de suicidio por no sentirse aceptadas por sus iguales, he atendido a personas con una sintomatología ansioso-depresiva severa por no poder expresarse con libertad en casa, he tratado a familias destrozadas por haber sido víctimas de homofobia, etc. Y, conforme pasan los años me voy dando cuenta que esto, perdura en el tiempo. Soy consciente que hoy, aunque ya estemos en el año 2015, la intolerancia sigue existiendo y afectando seriamente a muchas personas. Genera mucha frustración (desde el rol de psicóloga y también como persona) ver cómo cosas como éstas son la causa de un malestar tan grande. Provoca mucha tristeza ver cómo se arruinan vidas, porque las personas víctimas de intolerancias, nunca podrán ser las mismas.

No hace falta pasar consulta como yo para poder ponerse unas horas en el lugar de una persona que pueda sufrir discriminación. Animo a ver la película The Imitation Game (actualmente en las carteleras de cines) para, por un momento poder sentir la angustia y desesperación que sufre el protagonista Alan Turing.

Existen formas de trabajar las intolerancias a nivel personal y un poco más adelante os detallo algunas de ellas.

Ya hay muchos problemas reales, muchos trastornos, muchas tragedias día a día, como para dejar que el vaso se llene de problemas que no deben existir. Por favor, si detectamos intolerancia hacia cualquier cosa(etnia, sexual, político, religioso, etc.) hagamos un ejercicio: tratemos de ponernos por un momento en la piel de la otra persona y pensar, “¿qué ocurriría si yo fuera la otra persona?”,” ¿qué me gustaría recibir?”, “¿qué derechos como individuo tendría que tener?”. Si somos capaces de hacer este simple ejercicio, nos daremos cuenta que todo ser humano debe ser respetado y por lo tanto nuestra misión será tratar a esa persona dignamente. Es bueno ser un buen observador y saber escuchar porque esto favorecerá la comprensión de muchas cosas.

RACISMO 2Afortunadamente el ser humano es moldeable. Vamos aprendiendo a lo largo de la vida y vamos cambiando formas de actuación conforme nos enfrentamos a algunas situaciones. Si te reconoces en algunas de las cosas que he mencionado anteriormente, trata de trabajarlas. Puede ser un gran paso hacia la madurez emocional. Las actitudes incorrectas de las personas dependen de los valores, la madurez y la inteligencia emocional de las mismas. Además he de decir que sentir rechazo hacia otra persona provoca una serie de reacciones fisiológicas nada beneficiosas para el organismo. No es bueno para quien es intolerante y cuanto menos para quien recibe el rechazo.

También hay que reflexionar sobre la emisión de juicios que se emiten hacia otras personas. Desde luego, si se juzga a otro es porque realmente no hay aceptación de uno mismo, pues los juicios siempre se emiten desde el interior. Se puede entonces trabajar el por qué de tantos enfados sobre las cosas y dirigir la atención hacia puntos que no provoquen estas reacciones.

g16nataMetiukhOtra propuesta es desprenderse de las opiniones que no son propias. Es decir, muchas de las creencias y valores que tiene una persona, son aprendidos o bien de la familia, o bien de la sociedad, etc. Todas estas convicciones adoptadas hay que razonarlas y sopesarlas. Lo que una generación puede rechazar, la generación siguiente puede aceptar.

Desde luego, la forma más responsable de actuar para con uno mismo es hacer cambios internos cuando se encuentran elementos a mejorar. Atender a aquellas cosas que pueden ser mejorables será un buen reto. Hay que tratar de analizar si en todos los lugares internos se actúa desde la tolerancia. Por ejemplo,  examina si comparas tu trabajo con el de otra persona, o si juzgas el nivel de inteligencia de otro sujeto, o si rechazas otras formas de vida.

Hoy, escribo estas letras para invitar a la reflexión. Nunca se puede obligar a nadie a aceptar ciertas ideas o ciertas herramientas por muy valiosas que puedan ser, pero, sí se puede y se debe informar sobre qué es lo que está pasando y qué podemos hacer entre todos, para que las cosas, simplemente fluyan. Para que cada uno pueda vivir su vida conforme desee.

La gota que cola el vaso. Raquel Sastre psicólogos murcia