En San Valentín, te quiero más

san-valentinFinaliza el mes de Enero y ya empieza a entrar en mente la fecha de  San Valentín: catorce de Febrero. Apenas faltan dos semanas para un día en el que las calles se adornan con corazones, las plazas se inundan de flores, los restaurantes llenan sus mesas, las parejas se besan en los parques, se observan miradas atontadas, caricias especiales, manos agarradas… La ciudad se envuelve de un romanticismo inusual en cualquier otro día del año.

 Desde el siglo XIX, esta tradición se mantiene año tras año. Fue en Estados Unidos donde una mujer, consideró celebrar este día, para tener una buena oportunidad de hacer negocios. Se trataba de celebrarlo  comprando una tarjeta de felicitación de amor y amistad. Posteriormente, por los años ochenta, empezó a proliferar hacer regalos cada vez de más envergadura como joyas, pieles, elegantes ramos de flores, viajes, … es decir, el consumismo se hace protagonista de este día. Esta fecha en origen fue un día religioso, pero, en la actualidad es algo cultural y social.

¿Y por qué se mantiene San Valentín?

Las relaciones de pareja pasan por diversas etapas, por distintas fases. Una de estas fases es la archi conocida rutina. La monotonía en un primer momento parece ofensiva,  pero, a la larga es muy peligrosa. Cuando existe rutina en una pareja, la relación puede destruirse fácilmente. Es frecuente que en momentos así, existan agujeros, o huecos en la pareja sin rellenar y uno de los dos miembros se sienta atraído/a por una tercera persona,  etc. Esto dirige la relación a finales infelices.

Descubrir la rutina no es tarea compleja. Es común escuchar decir: “… mi relación ya no es lo que era, siempre hacemos lo mismo, se ha perdido la chispa, ya no me siento igual de feliz a su lado, desde luego, no me siento tan enamorado/a como el primer día”. Posterior a este discurso, uno de los miembros suele culpar al otro por los sentimientos que tiene, se exigen comportamientos determinados, cambios, etc. Se entra en una espiral negativa donde nada más que se tienen en cuenta los fallos de la pareja, y nunca sus virtudes.

10496308031_san-valenta-nDías como el de San Valentín fuerzan a la pareja a quererse más, a estar atentos, a tener un detalle, a cuidarse, a prepararle una sorpresa, a recordar buenas anécdotas, a cenar cogidos de la mano, a besarse, a demostrar ante la gente el amor que le tienes, a pensar en él/ella, a esforzase por no discutir, a pasar por alto, a arreglarse para él/ella, a dedicar un tiempo a solas con la pareja, a mandar un mensaje a mitad de mañana simplemente para ver cómo está o para decirle “te quiero”, etc. Pero, ¿por qué esto se hace en muchas parejas sólo y exclusivamente el día de San Valentín y no todos los días del año? ¿Por qué un veintisiete de Noviembre (por ejemplo) no puede ser un día en el que se esté pendiente de todos esos detalles y un catorce de Febrero sí? ¿Por qué se necesita de un día comercial para recordar que tenemos pareja y que hay que cuidar al ser que has elegido como compañero/a? De todos esos restaurantes que se llenan el catorce de Febrero, ¿cuántas parejas realmente sienten amor y respeto por su compañero/a?

Existen relaciones forzadas, donde las cosas se hacen “porque tocan”, porque están bien reconocidas socialmente, porque un reloj biológico les persigue, porque les reporta una imagen, etc. Estas parejas necesitan una alarma, un día concreto del año para planificar algo juntos y dedicarse un tiempo, y en este día, se quieren más, o al menos, eso intentan. Sin embargo, hay otras relaciones en las que no es preciso un San Valentín para tener en cuenta que a la pareja, hay que cuidarla día tras día.

Es cierto que cada pareja es diferente. Cada relación tiene unas situaciones y unos problemas distintos, pero, pese a ello, si se desea, prácticamente todas las relaciones se pueden cuidar para no caer en esa monotonía destructiva.

¿Cómo?

El primer paso es identificar y analizar qué es lo que tenemos en la pareja instaurado. Qué hábitos y/o esquemas determinan nuestra relación.

Es necesario tener un tiempo de ocio, solos. Para llevarlo a cabo de manera efectiva, tiene que estar planeado en el tiempo. Habrá que dejar a los hijos, desconectar de trabajo, desatender el teléfono móvil (un gran disruptor hoy en día), evitar temas conflictivos, etc. Sería un momento ideal para dedicarlo a la pareja. No hace falta elaborar viajes sofisticados ni planes que supongan un gran gasto económico. Basta con tener una buena predisposición a pasarlo bien, a disfrutar el uno del otro,… el entorno es lo de menos.

Una relación llena de rutinas diarias no deja cabida a la espontaneidad, a la sorpresa. Por eso, es óptimo no planear todos los días de la semana. Por ejemplo: hay parejas que todos los sábados hacen limpieza de la casa, luego la compra,  y los domingos van a casa de los suegros a comer. Esa manera tan estructurada de llevar la relación, ahoga.

Proponer nuevas actividades, cosas diferentes para realizar en conjunto es algo que motiva enormemente. Compartir nuevas experiencias, es muy positivo. Es importante por supuesto, dejar un tiempo para la realización de actividades por separado. Cuando esto no se da, se produce el efecto “cuello de botella”, donde normalmente uno de los miembros explosiona porque necesita un respiro, un momento individual.

Utilizar unas buenas herramientas en el área de la comunicación, también será fundamental para poder tener esa complicidad y esa serenidad entre ambos. Hay personas que no comparten con sus compañeros sentimentales sus problemas, sus dudas, sus inquietudes por miedo a qué “pensará de mí”. Debe existir sinceridad, transparencia, humildad. Para ello hay que buscar al menos un hueco diario para hacerlo. Puede ser buen momento cuando los niños duermen, apagar la televisión y charlar, disfrutar de un paseo charlando de cosas personales, etc. Preguntar cómo ha ido el día será coger una buena costumbre; ésto devuelve interés, atención y preocupación en uno mismo por parte de la pareja, trasmite que el otro, quiere escucharte.

enamorados-abrazados-11936No hace falta preparar grandes sorpresas para mantener la chispa encendida. Basta con tener frecuentemente pequeños detalles (principalmente de carácter no material), para avivar la llama. Los pequeños detalles son los que más se valoran, son los que más perduran, son los que menos cuestan y más ilusión hace recibir. Es suficiente preparar una comida preferida, decorar bien el plato, una flor arrancada del jardín, una nota sorpresa en el monedero, un e-mail donde le valores las cosas que hacer por ti día a día (procura no decir siempre lo mismo, es decir, no digas siempre las mismas frases, por ejemplo quien siempre termina un mensaje diciendo “te quiero”, porque la frase pierde valor, pierde sentido; sé creativo, busca nuevas formas de expresar lo que sientes), etc. Cuando una persona tiene un detalle con otra, no sólo nos quedamos con el detalle en sí. Eso significa que esa persona ha estado pensando en el otro, y esto hace sentir al otro miembro de la pareja, que es valorado/a, querido/a  e importante.

Antes de ser pareja de una persona, se es ser individual. Esto significa que la parte individual de uno mismo, ha de ser cuidada, hay que mantener activos los hobbies, etc. Eso provocará un buen estado del ánimo, y se transmitirá en el resto de las áreas que componen al ser humano. Hacer actividades individualmente permitirá que, tras hacerlas, se tenga algo que contar al otro, algo que compartir. Es una buena forma también de fomentar la comunicación. Además, si uno de los dos miembros realiza actividades placenteras, probablemente pueda contagiar de esa alegría y entusiasmo a la otra persona, favoreciendo así mismo a que también el otro miembro mantenga activa su parte individual.

Tener una libreta exclusiva para capturar los recuerdos, es un ejercicio emocional, para practicar en conjunto, muy positivo. En ella se anotarán las situaciones  que se han vivido de manera satisfactoria con la pareja, los detalles, las cosas que han sorprendido, alegrado, emocionado, compartido. Aprovechando el momento en el que se realiza esta tarea, también puede ser momento perfecto para revelar todas aquellas cosas que hicieron que se enamorasen el uno del otro; es decir, contar todo aquello que cautivó, que agradó y que hizo que esa persona destacase entre muchas otras y fuese el/la elegido/a para ser nuestro compañero/a.

Relativizar es uno de los puntos imprescindibles para no magnificar ciertos problemas y no caer en tontas discusiones que, en ocasiones nublan días soleados. Se trata de dar la importancia justa a las cosas, de tomarse las cosas con humor, de coger del brazo a la persona que se está cayendo y no caerse con ella, de saber buscar soluciones antes de ahogarse en el vaso de agua.

Todo ser tiene capacidad tanto para cambiar como para luchar con esos esquemas fijos y determinados que se crean a lo largo del tiempo. Hay que confiar en el cambio de uno mismo y en el cambio del otro, pero, es importante gastar sólo energía en preocuparse por hacer el esfuerzo de lograr cambios, y sobretodo, querer recuperar a esa persona de la que un día, se enamoró.

Raquel Sastre Psicóloga 2014